Me llamo Jonás y estoy dentro. Me aterra pensar que no puedo salir, me siento incapaz de reconocer que los muros no existen y aún así no puedo salir. Me angustia darme cuenta que yo soy el muro. Uno tras otro apilados para dar forma a una celda. Pequeña, húmeda y tan fría como la sangre que apenas corre por mis venas.
Miro ahí fuera: Colores como vidas. Un viento que excita. Agua.
Una mañana cálida de invierno decidimos que la vida iba a ser así. Primero un muro, luego otro y así hasta crear mundos, sociedades, lenguajes… construcciones mentales que fuimos dando por buenas. Decisiones consensuadas que nos permitían relacionarnos, comprendernos, reconocernos, incluso ahogarnos.
Simples creencias compartidas que hoy pesan más que nuestra voluntad. Gigantes que nos impiden hablar con Sancho. Jaulas de humo más denso que nuestras almas. Consensos para vivir.
Me llamo Jonás y estoy dentro. No recuerdo en que momento decidí que la pesadilla era el sueño con el que me conformaba para vivir.
¿Qué es la belleza? ¿Qué es el Sistema Monetario Internacional? ¿Qué es un calendario? ¿Qué es la productividad? ¿Quiénes somos? ¿Qué es el éxito?
Cuando pienso en todo esto una y otra vez, vuelvo a la naturaleza. La naturaleza simplemente es. No está construida sobre ficciones colectivas. La naturaleza no es bella ni fea. La naturaleza no es inhóspita, salvaje o incluso violenta. Nuestra mirada, igual que un prisma, es la que la convierte en todo eso. Arquetipos construidos como especie a lo largo del tiempo.
Si nos reivindicamos como naturaleza y cuestionamos arquetipo tras arquetipo, quién sabe. Vivir es ser.
Dos cisnes negros nadando en un lago me permiten volver a la infancia para jugar a los números. Aprender a contar.
Dos cisnes negros me permiten especular sobre la Teoría del Cisne Negro que desarrolló el filósofo e investigador libanés Nassim Taleb, hoy muy vigente por el COVID. Y yendo más lejos, me podría llevar a hablar de la Teoría del Cisne Verde, donde el cambio climático se convierte en un agente de caos y disrupción en las finanzas mundiales.
Dos cisnes negros me permiten invitarte a seguir caminando, porque caminar es ser. Caminar orgullosa, firme, con ese brillo en la cara de aquellos que se sienten habitando en carne viva.
Hace unos días mi compañera Raquel dijo en una reunión de equipo algo que me fascinó: “Todos sabemos que queremos lo mejor para Quiero, pero Quiero no es nada. Quiero somos todos nosotros”. Qué regalo más bonito.
Este ha sido un año muy duro para mucha gente y muchas organizaciones. También para Quiero y La Revolución de las Emociones, no nos engañemos. Duele.
Dos cisnes negros navegando juntos por un lago infinito, sabedores de que su fuerza está en cuidarse mutuamente me permite dar las gracias a todas y todos los compañeros de viaje, colaboradores, aliados, clientes. Gracias por cuidarnos.
Queridos y queridas Sandra, Paz, Raquel, Paula, Fabio, Gaspar, Cristina, Carmen, Luis, Elia, María y Annachiara. Un orgullo menear el avispero a vuestro lado.
¡Alegría!
Jose
Fundador de Quiero e impulsor de La Revolución de las Emociones