La grieta y la luz

The Sex Pistols ©7th Groove, Flickr

The Sex Pistols ©7th Groove, Flickr

«Trabajadores espaciales socialistas». Ilustración realizada por Gennady Golobokov, 1973 ©Fabulantes

«Trabajadores espaciales socialistas». Ilustración realizada por Gennady Golobokov, 1973 ©Fabulantes

No hay Futuro

¿Cómo te imaginas tú el futuro? Parece difícil visualizar futuros esperanzadores sin sentirse ingenua. Estamos demasiado acostumbrados al pesimismo. El lema“no hay futuro” que predicaba Johnny Rotten al frente de los Sex Pistols allá por los años 80, caló hondo en el inconsciente colectivo. Atrás quedaron las utopías modernistas con sus visiones futuristas de organizaciones sociales en las que existe la igualdad entre las personas.

En La revolución de las emociones, el proyecto de arte y cultura para la transformación social, de Quiero, una consultora especializada en sostenibilidad, creemos en la idea de que el futuro se construye ahora y apostamos por darle forma a ese futuro que queremos.  Y lo hacemos a través de poner en marcha prácticas culturales con el propósito de favorecer el cambio. También damos visibilidad desde nuestra web a proyectos que comparten esta misma idea. Hace unos meses compartíamos y recomendábamos una lectura de lo más interesante, que aprovecho para volver a recomendarla a cualquier persona interesada en el concepto de un futuro mejor, el ensayo de Layla Martínez “Utopía no es una isla. Catálogo de mundos mejores” (2021) editada por Episkaia.

Layla Martínez revisa en este ensayo, la historia reciente de la fabulación de futuros utópicos. Desde la publicación de Utopía en 1516, la novela de Tomás Moro en la que describe una comunidad ficticia, basada en ideales filosóficos y políticos, hasta la actualidad, poniendo de relieve la idea de que la última parte del siglo XX e inicio del XXI ha estado marcado por un fuerte sentido de la imposiblidad de plantear utopías. El resultado de este cambio de perspectiva se traduce en un pesimismo que totaliza la creación cultural y vira hacia las distopías que advierten de futuros siniestros.

Aspirar o no aspirar (a un futuro vivible). Esa es la cuestión

En esta revisión de las utopías la autora explica un caso que me parece revelador del poder, que la aspiración a un futuro mejor, puede llegar a ejercer.  La ciencia ficción soviética se valió de la visión de futuros mejores como propulsor para el progreso explica Martínez. “El aliento utópico de la ciencia ficción soviética será la clave para lograr el impulso que hará la carrera espacial soviética. Hoy tendemos a asociarla con la lucha por la hegemonía durante la Guerra Fría pero para los soviéticos fue mucho más que eso, sobretodo en las primeras décadas. Suponía el sueño de la creación de una civilización comunista que se extendiese más allá de los límites del planeta, de un socialismo que ya no era simplemente internacionalista sino también interplanetario.”

Está claro que los productos culturales reflejan la realidad, pero al hacerlo, también la crean. Imaginar futuros peores anula la capacidad de imaginar una versión mejorada de lo que hemos construido hasta ahora. En los tiempos de series, novelas, cómics, videojuegos y películas de ciencia ficción en las que no dejamos de ver futuros sombríos con regímenes dictatoriales, naturaleza aniquilada y visiones siniestras del perverso desarrollo tecnológico, la capacidad para dar forma a una alternativa posible se asfixia.

Esta versión 3.0 del tardocapitalismo que estamos viviendo ha totalizado la vida en la tierra, nuestros cuerpos y nuestros deseos con más intensidad que en ningún otro momento anterior. Una crisis tras otra pone evidencia que el sistema actual no es compatible con la vida en la tierra. El planeta tiene límites finitos y los hemos superado. Ya lo advertía en la década de los setenta, el extravagante y lúcido visionario Buckminster Fuller (1895-1983) diseñador, arquitecto, inventor, escritor, conferenciante y profesor estadounidense. Fuller concluyó que la humanidad había cruzado un hito sin precedentes. Estaba convencido de que habíamos llegado a un punto crítico tal que el equilibrio entre la cantidad de recursos extraídos de la tierra y las necesidades humanas se había roto. Y que la cooperación era la estrategia óptima como plan para la supervivencia humana. “El egoísmo” dijo, “es innecesario e irracionalizable…la guerra es obsoleta”. ¡Qué gran frase!. Y sigue: “No vamos a ser capaces de pilotar nuestra Nave Espacial Tierra durante mucho tiempo más, a no ser que entendamos que es una única nave, y que nuestro destino es común. Tenemos que ser todos, o no seremos ninguno.“

Una nueva narrativa

La siguiente cuestión es ¿por qué en plena crisis climática, no actuamos con rapidez y contundencia? Según el historiador israelí Yuval Noah Harari, una de las dificultades para la construcción de alternativas tiene que ver con la dimensión estructural y sistémica de nuestro problema “Para elaborar un relato atractivo es importante tener unos enemigos humanos. Con el cambio climático, eso no existe. Y nuestra mente no ha evolucionado para absorber este tipo de historia. Cuando evolucionamos como cazadores-recolectores, nunca se planteó que pudiéramos cambiar el clima de manera perjudicial para nosotros, así que esa era una historia que no nos interesaba. Por eso tenemos un problema narrativo con el cambio climático. Por suerte, todavía estamos a tiempo de arreglarlo si empezamos a invertir el 2% del PIB anual mundial en desarrollar tecnologías e infraestructuras sostenibles“. Hay futuro amigos. Es momento de imaginar alternativas y virar hacia otro horizonte, uno más justo. Pero para poder construir una alternativa de futuro, es necesario primero imaginarlo, proyectarlo, abrazar la idea y creer en ella.

Y una apuesta por el futuro es precisamente la que propone la 15 edición de la Bienal de Cuenca, en Ecuador,  a punto de clausurar (diciembre 2021-febrero 2022). La tesis expositiva parte de la siguiente idea: Poner la vida en el centro como nuevo horizonte. La Bienal propone una programación expositiva para abordar la idea central que no es otra que la capacidad del arte y la cultura para abrir nuevas vías en el camino hacia una nueva era: la era del Bioceno. La era en la que la vida se convierte en el eje articulador. El Bioceno propuesto por la comisaria Blanca de la Torre, se refiere al término que define la era geológica que queremos abordar como especie y que reemplaza al que actualmente utilizamos para referirnos a la era del Antropoceno, marcada por el factor humano como causante del desequilibrio climático y de recursos.

El presente ya no es habitable para muchos seres vivos en el mundo, y el futuro no lo será sino planteamos de manera urgente cambiar nuestras formas de vida y modos de relación, imaginando futuros y activando otros presentes.

La filósofa Marina Garcés apunta en su Nueva Ilustración Radical: “¿Hasta cuándo podemos los seres humanos aguantar las condiciones de vida que nosotros mismos nos imponemos sin rompernos (individualmente) o extinguirnos (como especie)?”. La llegada de la pandemia está convirtiéndose en un punto de inflexión que nos pone de frente a las grietas del sistema, cada vez más evidentes. Y es ahora el momento de darle luz a ese “hasta cuándo”. El arte obviamente no es la solución a nuestros problemas, pero sí que ofrece una vía para cuestionar el status quo y nos permite desarrollar un pensamiento distinto al del presente para empezar a proyectar un mundo diferente.

“Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz” dijo alguna vez Leonard Cohen.

 

Carmen Riestra, Arte, cultura y sostenibilidad en Quiero

R. Buckminster Fuller frente al primer prototipo del Dymaxion, saliendo de la fábrica en Bridgeport, Connecticut, el 12 de julio de 1933.

R. Buckminster Fuller frente al primer prototipo del Dymaxion, saliendo de la fábrica en Bridgeport, Connecticut, el 12 de julio de 1933.

Diagrama de un cohete según K. Tsiolkovski ©

Diagrama de un cohete según K. Tsiolkovski ©